De Medina de Rioseco a Villarramiel. Entre campos y palomares

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Al pie de los Montes de Torozos, que animan el paisaje por el sur y el este, se extiende la panda Tierra de Campos, de grandes horizontes y casi ausente de vegetación. Sobre este paisaje el impacto transformador del canal fue muy importante. Por un lado, el uso del canal para el riego generó la implantación de nuevos cultivos que rompieron el dominio cerealista. Por otro, el discurrir del agua propició un ambiente natural propio de paisajes de ribera. Pero además, desde el inicio de las obras se prestó una gran atención a la mejora del entorno, ya que éste era también un objetivo del ideal ilustrado. Pretendían jalonar los alrededores del canal de árboles frutales. Con el tiempo surgió la necesidad de obtener madera para la reparación de las esclusas y de las barcazas. Este hecho motivó que aquellos frutales fueran sustituidos paulatinamente por árboles madereros. Otro punto valorado por los ingenieros ilustrados era la pesca, y para ello en algunas zonas se introdujeron tencas, que se mimetizaron con las especies naturales.

El viaje acompañando este ramal nos lleva por carreteras comarcales atravesando estas tierras de cereal. Aquí y allá, sobre todo en el tramo final y cerca de los pueblos, pueden observarse, en mejor o peor estado de conservación, los típicos palomares, de adobe y planta circular o cuadrada, que se han convertido en un emblema de Tierra de Campos, producto, en el fondo, de una peculiar ganadería de subsistencia, complemento para una dura vida agrícola. En el tramo inicial gana protagonismo en el horizonte la gran torre del homenaje del castillo de Belmonte de Campos, buen ejemplo de castillo del siglo XV de la llamada “escuela de Valladolid”, y sobre todo, obviamente, la propia Medina de Rioseco.

Esta villa, a la que algún autor se ha referido como la auténtica capital de Tierra de Campos resume, en la arquitectura civil de su conjunto y en los impresionantes monumentos religiosos, la quintaesencia de esta comarca del corazón de Castilla. Nos recibe con su dársena, final del Ramal de Campos del Canal, el último en construirse, entre 1842 y 1849, y la de mayores dimensiones, 332 m de longitud y 52 m de anchura, donde podemos distinguir los almacenes, el dique seco y la gran edificación de la Fábrica de Harinas “San Antonio”, centro de recepción de visitantes y embarcadero para travesías por el canal en la embarcación Antonio de Ulloa. De su conjunto histórico son numerosos los hitos a destacar, por lo que le invitamos a una detallada visita, así también podrá disfrutar del paisaje urbano y la buena oferta de artesanía, gastronomía y restauración. Si recala por esta villa de los almirantes del Castilla en Semana Santa, la parada es inexcusable para asistir a algunas de las procesiones más impactantes de toda España, y si no siempre pueden acercarse al Museo de los Pasos.

No olvide que la etapa termina en Villarramiel, la villa pellejera, sobrenombre que deriva de la larga tradición en la artesanía del cuero y la piel, pero también le invitamos a no perder la oportunidad de visitar dos conjuntos históricos próximos: Montealegre de Campos y Villalba de los Alcores.