De Palencia a Grijota. El Ramalillo y la Bifurcación

Reproducir

Califica este podcast en función del valor de este audio como patrimonio inmaterial
[Total: 1 Media: 1]

El desarrollo de la ciudad de Palencia, ceñido a la ribera izquierda del Carrión, y la traza del canal por la margen derecha dejaba a la capital palentina sin conexión con la nueva vía fluvial. La solución fue el llamado “Ramalillo” un canal de conexión de un kilómetro que desemboca en una dársena preparada para el trasiego de mercancías, ya construida en 1795, con 135×40 m, en piedra de sillería, flanqueada por los almacenes de ladrillo.

Se conectaba así la capital con el norte de la provincia, y cuando se concluyan los ramales del sur y campos, en 1835 y 1849, con Valladolid y Medina de Rioseco, terminando la red navegable de 207 km. Para dar idea de la importancia que pronto tuvo esta vía podemos señalar que en la primera mitad del siglo XIX; es decir, antes de que estuviera concluso el Ramal de Campos, ya circulaban ciento seis barcas, de ellas tres servían como diligencias para cubrir el trayecto entre Valladolid y Palencia, que era diario en cada sentido con una tarifa de 12 reales por persona. En el momento de mayor éxito del canal, entre 1850-1860, llegó a estar surcado por 350 barcazas. Las más antiguas eran de madera, mientras que desde finales del siglo XIX se hicieron en hierro. Existían barcazas de material, que se ocupaban del mantenimiento, y de mercancías, de varias dimensiones, empezando por las llamadas “españolas”, que podían cargar cuatro toneladas, mucho mayores eran las “alemanas”, de cuarenta toneladas y las francesas, con cincuenta y cinco. Estas barcazas recorrían la distancia entre Valladolid y Alar en una media de seis días.

El discurrir de la ruta está marcado por el protagonismo del paisaje urbano de la ciudad de Palencia y su periferia de industrias y urbanizaciones residenciales, que se desarrollan en el amplio espacio del valle del Carrión, abierto hacia el noroeste a la plana comarca de Tierra de Campos a través del río Valdeginate.

Esta etapa es de corto recorrido, pues poco más de 7 km separan su inicio y final, pero lo es intencionadamente, porque conocer todo lo que ofrece la capital palentina requiere un tiempo. Esta pequeña ciudad castellana conserva por doquier monumentos que le hicieron merecedora de su consideración como conjunto histórico: empezando por la Catedral de San Antolín, una de las más espléndidas catedrales góticas de nuestro país, sus muchas iglesias, que transitan entre el románico y el gótico, sin olvidar la impronta del siglo XIX, con una renovación urbana que vino de la mano de Canal de Castilla y que hoy día marca la arquitectura del centro de la urbe, donde no falta el contrataste de los edificios modernistas del inicios del siglo XX y, al fondo, siempre dominante, el Cristo del Otero, la icónica “imagen marca” de Palencia, mirador natural de amplias perspectivas. Pero si se desea conocer el carácter palentino, no deje de entrar en sus cafés, bares, o restaurantes, pasear por sus parques o acercarse a su mercado.

En la dársena del Ramalillo todavía se conservan varios de los almacenes, uno de ellos convertido en Museo del Agua, y un poco más allá no deja de tener su atractivo la doble esclusa de Viñalta, con su represa y molino harinero. El final de la etapa en Grijota nos reserva una de las grandes sorpresas del Canal, el arranque desde el Ramal Norte de los Ramales Sur y Campos en el pago de El Serrón, con su triple esclusa, que salva un importante desnivel y los restos de las instalaciones industriales que se levantaron en su ribera.

Un corto desvío puede llevarnos a Fuentes de Valdepero, para conocer su fortaleza, o si lo preferimos, al área recreativa del Monte el Viejo, un bosque mediterráneo protegido muy cerca de la capital, en las estribaciones de los Montes Torozos, con zonas recreativas e importantes valores naturales.