De Dueñas a Palencia. El adiós al Pisuerga

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El río que nos ha acompañado hasta ahora, el Pisuerga, nos abandona a la altura de Dueñas, aunque volveremos a encontrarlo más adelante. Desde este punto será el Carrión, su principal afluente, el que nos lleve hasta la capital palentina. La confluencia de ambos cursos propicia un gran valle abierto bordeado de páramos. Esta condición estratégica fue valorada desde tiempos remotos, ahí está el origen romano de la ciudad de Palencia, la basílica visigoda de San Juan de Baños, la histórica villa de Dueñas o el monasterio trapense de San Isidro. En tiempos recientes, el eje entre Valladolid y Palencia tiene un gran dinamismo industrial, marcado sobre todo por la presencia de la factoría automovilística de Villamuriel de Cerrato y las áreas industriales de Venta de Baños y Palencia, con un importante desarrollo de la industria alimentaria.

En realidad, este desarrollo industrial tiene su origen en el propio Canal de Castilla, a cuya vera, aprovechando la energía hidroeléctrica de las esclusas, se levantaron primero molinos harineros, luego auténticas fábricas de harinas, pero también batanes, fábricas de papel y, andando el tiempo, centrales minieléctricas. Cumplía así el canal ese propósito de rehabilitación económica de la deprimida Castilla del siglo XVIII, uno de cuyos principales condicionantes era la dificultad del transporte, que encarecían todos los productos que atravesaban las montañas para llegar a la costa cantábrica. Sirva como ejemplo que en 1795 Jovellanos escribía que para la ciudad de Santander era más barato comprar cereales que arribaban por mar, puesto que pasar la montaña disparaba los costes, así una fanega de trigo se vendía en Palencia a 6 reales y cuando ésta llegaba a Santander, costaba 22, más de tres veces por cubrir 200 kilómetros.

¿Qué podemos encontrar en esta etapa? En Dueñas indudablemente su casco histórico, con una interesante oferta de museos y restauración. A sus afueras no podemos pasar por alto las fábricas de harinas de las esclusas 37 y 38, y poco más allá la Abadía San Isidro de Dueñas, que conserva la iglesia románica, con reformas posteriores, y el convento del siglo XVII, conocido tradicionalmente como La Trapa, origen de industria chocolatera palentina, cuya fábrica actual se encuentra al otro lado de la autovía; una dulce parada. Avanzando un poco llegamos a Venta de Baños, cuyo desarrollo se debe a su condición de nudo ferroviario, y donde es casi inexcusable que nos desviemos a conocer el ejemplo mejor conservado de iglesia visigoda, la Basílica de San Juan de Baños, que data del siglo VII. Y finalmente Villamuriel de Cerrato, que nos recibe con su impresionante iglesia románica de Santa María de La Mayor, el monasterio de Santa Clara, de los siglos XV y XVII, o fossilium, el museo de los fósiles, pero donde merece la pena detenerse para recorrer el canal, en un corto y ameno paseo, hasta la triple esclusa encadenada del Soto Abúndez, donde podremos descansar en su zona recreativa.

Este viaje de los aromas, que nos ha llevado del chocolate de Dueñas, a las galletas de Venta de Baños, termina en las cercanías de Palencia con el café, debido a la implantación de las empresas de liofilizados. La capital palentina, con su importante patrimonio y la amplia oferta de recursos turísticos de todo tipo, parece exigir que le dediquemos un tiempo detallado a su visita, lo mejor que podemos hacer es hacerle caso, no nos defraudará.