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Pocos lugares en el mundo viven la curiosa situación de que se conozca más el nombre de su hijo predilecto que el de la ciudad donde vivió. Pero cuando ese hijo se llama Elvis Presley y es el artista, después de los Beatles, que más discos ha vendido en la historia de la música, se comprende que la fama de un hombre pueda estar por encima de todo. Memphis entera lloró el día que el féretro de Elvis recorrió sus calles, mientras más de cien mil vecinos salían a darle su último adiós: el mejor embajador de Memphis fue un blanco en una ciudad de mayoría negra. Hoy Graceland, la mansión del artista, se ha convertido, tras la Casa Blanca, en la residencia más visitada de Estados Unidos. Miles de personas de todo el mundo se acercan hasta aquí para rendir honores a la tumba de El Rey. Nosotros fuimos unos de ellos y recorrimos, siguiendo los pasos de Elvis, algunos de los lugares que le vieron crecer, como el restaurante Arcade, la Beale Street (considerada la calle más emblemática de USA) o los Sun Records donde dio sus primeros pasos, sin olvidarnos de tomar unos tomates verdes fritos en el club del mítico B.B. King y gastar la noche en algunos de sus animados bares, con cientos de grupos tocando en directo. Memphis, pese a su fama de ciudad insegura, bien merece una visita: aquí fue donde hace ya medio siglo nació el rock n’ roll. Sólo por ello merecía la pena la peregrinación.